Hola de nuevo
criaturillas, tal y como os había prometido vuelvo a la carga con un día
cualquiera en la vida de mi anodino y gris anfitrión al que llamaremos Nadie.
Llego al trabajo veinte minutos antes de mi hora,
hay que colocar la mercancía.
-Buenos días- vomita Miguel como si las palabras le
produjeran nauseas.
-Buenos días- contesto. “Mierda de días querrás
decir, puto fracasado. Cincuenta años haciendo lo mismo, no comprendo cómo no
te has muerto, bueno, es que en realidad sí que has muerto. Llevas muerto
treinta años, muerto y deambulando por aquí, me río yo de walking dead”
-Hola Nadie, ¿Cómo estás?- dice Peggie con una
sonrisa empalagosa y con demasiados dientes para mi gusto. Sus labios son dos
gusanos gordos, rojos y pegajosos.
-Muy bien Peggie – le respondo. “A Peggie le
importa una mierda cómo estoy, bastante tiene con su vida. Una cincuentona con
sobrepeso, divorciada y con su hijo de dieciséis coqueteando con el crack.
Estoy rodeado de basura, aunque yo no soy mucho mejor.”
Voy saludando al resto de compañeros del mismo modo,
sin dejar de sonreír, alternando el asco con el desprecio.
Terminamos de colocar la mercancía, dvd, blue ray y
video juegos, yo vendo esto último.
-
¿Y qué, Nadie, sigues sin encontrar nada
de lo tuyo?- me susurra Domingo maliciosamente.
Domingo es el compañero de trabajo
que más odio y asco me produce de todos, es un chaval de unos veinticinco y
representa lo más deleznable de la condición humana en su inmunda persona.
Lo que ha querido dar a entender es
que él, una patán descerebrado cuyo único aliciente en la vida es ver el
próximo Barsa-Madrid, a poder ser borracho, tiene el mismo trabajo de mierda
que yo, un listillo con una licenciatura en informática.
Tengo que hacer un esfuerzo para no
golpearle con todas mis fuerzas en la tráquea. Fantaseo pensando que luego me
sentaría tranquilamente a observar cómo se asfixia lentamente.
-Je, je..pues no, todavía no. Es
que la cosa está jodidilla - le respondo. Él no parece notar mi rostro
enrojecido, ni las venas palpitando en mi cuello. Por momentos la vista se me
nubla y le veo como al final de un túnel.
-La verdad es que no sé para qué
estudiaste tanto, tío- me espeta mostrándome sus dientes manchados de nicotina.
Encima el muy cabrón se pasa media jornada saliendo a fumar.
Me agarro a uno de los expositores
para no desvanecerme, el odio me inunda en oleadas tan intensas que me mareo.
Tengo náuseas. Vomitaré sobre la estantería de video juegos y me echarán. Así
acabará todo.
Consigo mantener el desayuno en su
sitio.
-
¿Te encuentras bien? Tienes mala cara-
me dice esa babosa, ante una situación que, en realidad, le parece la mar de
divertida.
-
Sí, creo que algo me ha sentado mal-
logró a duras penas contestarle.
Suena un timbre. La tienda abre sus
puertas. Así transcurre la primera hora de mi lunes por la mañana.
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