Entre los miles de millones de abogados que han sido a lo
largo de los tiempos, me eligieron a mí para la defensa en el juicio de los
juicios.
En el banquillo de los acusados se apiñaban miriadas de
almas temblorosas. Afortunadamente, la noche previa a la Vista, estuvieron en
el hotel Limbo, que era bastante espacioso.
La acusación particular parecía muy segura de si misma. Era
Lucifer, no tenía cuernos, ni rabo, era un tipo atractivo y engominado que daba
pequeños tragos a una botella de gaseosa.
El señor fiscal era Gabriel. Su mano derecha descansaba
sobre el pomo de su espada flamígera, mientras miraba con desconfianza por
encima de sus alas a la acusación
particular.
Como era de recibo, cualquier pacto con el Ministerio Fiscal
había sido imposible.
Su Señoría, de blanco y con una voz que resonó poderosa por
toda la sala, exclamó.-Se declara abierta la Vista para el Juicio Final.
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