Habían pasado más de
veinte años, pero recordaba aquel caso como si hubiera ocurrido ayer. Varios
niños habían sido asesinados, pero el acusado fue puesto en libertad por falta
de pruebas y el juez decretó el sobreseimiento y archivo de las actuaciones. De
nada valieron mis argumentos y supongo que no importó demasiado Al día
siguiente le encontraron en su apartamento, clavado a la pared como un insecto
en una exposición y con la garganta destrozada. Junto a él, aquella fotografía,
como una ofrenda macabra, o más bien, como una declaración de intenciones.
Jamás supieron quien era la mujer que aparecía en ella, ni porque la dejaron
allí, pero la policía insinúo que podría tratarse de la madre de una de las
víctimas, aunque yo creo que fue más por justificar su imposibilidad para
identificarla que por otra cosa.
Pasado algún tiempo
aparecieron nuevas pruebas y se descubrió que aquel tipo era culpable de todos
los asesinatos, algo que en realidad todo el mundo sabía ya, aunque nunca se
supo porque hizo lo que hizo, ni tampoco la identidad de aquella misteriosa
mujer.
Yo, personalmente,
creo que se hizo justicia, pero desde luego, hay actos cuyas causas es mejor no
conocer.
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