El bufete Replicant
era una mole de cristal y acero erguida en mitad de Droidpolis.
En su interior, los nanocircuitos de Andy, el
androide-abogado que lo representaba, absorbían información como una esponja, las
ventanillas de dispersión de su cerebro positrónico aleteaban furiosas,
mientras valoraba el problema en su conjunto. Sus clientes; los últimos
embriones humanos del planeta Tierra. El fondo del asunto; ¿Debían
desarrollarse, o ser destruidos?
Era un caso difícil, sus representados casi habían destruido
el planeta y el ministerio fiscal usaría esos argumentos en su contra, sin
embargo, también los habían creado a ellos, esa sería su baza. ¿Serían capaces
de destruir lo último que quedaba de sus hacedores? Los cálculos probabilísticos que inundaban su
mente artificial no le darían la respuesta, de eso se encargaría el Tribunal.
Una lluvia incipiente caía desde un cielo gris y plomizo golpeando
el cristal de la
ventana. Andy pensó que si perdía el juicio, esas serían las
únicas lágrimas que se derramarían por la humanidad.
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