-¡Esto es una tontería!- dijo el hombre.
-Una apuesta es una apuesta.- le contestó su amigo sonriendo.
Todo empezó con aquella denuncia. Solo era un litigio más, hasta
que comprobó que el letrado contrario era su amigo. Un juicio de faltas, una
simple riña de vecinos en la que cualquiera de sus clientes podían salir
condenados, o ambos.
Así que decidieron apostar. Quien perdiera tendría que hacer
“algo”.
Los hechos no estaban
muy claros, pero en el juicio su amigo presentó un testigo que le dio la
victoria.
Ahora se encontraba en la barcaza de un globo a tres mil
metros de altura. Los campos de trigo y las parras de la vendimia eran manchas
amarillas y verdes desde allí.
Miró otra vez a su amigo rogando una última oportunidad,
éste negó con la cabeza.
Respiró hondo, aseguró las sujeciones del paracaídas, tomó
impulso y saltó al vacío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario