Sentado detrás de mi mesa de caoba podía oler su carísima colonia.
Èl no escatimaba airados improperios contra ella, pero sus manos descansaban en
el regazo como si estuvieran en huelga.
Yo asentía, mirando con fingida atención un montón de
legajos, tratando de convencer a aquel individuo de mi profesionalidad.
La cacería estaba en su momento álgido, y no me podía permitir que la presa se escapara.
-Le apetece un café.- le dije distraídamente, pulsando el
botón del dictáfono.
En ese momento, apareció la becaria que estaba haciendo la
pasantía en mi despacho, portando una bandeja con dos tazas de café humeantes.
Rubia, de largas piernas y con un traje de chaqueta que realzaba su figura.
El “pichón” cogió la taza de café sin poder apartar los ojos
del escote de la becaria.
Yo sonreí levemente, mientras comenzaba a pensar lo que iba
a hacer con tanto dinero
De lo que se entera uno. No volveré a beber nada en tu casa que ya esté abierto xD
ResponderEliminarUn saludo.
El secreto no está en el café Yera sino en la rubia, je,je.
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